Nubia Ordoñéz, de la organización La Sala – con décadas de defender los derechos de las trabajadoras del sexo en Costa Rica y América Latina - enlistó en un papel lo que oye en la calle sobre ellas: “putas, ladronas, malas madres, drogadictas, prostitutas, infecciosas, pecadoras y sucias”.
Estamos en el curso Introducción a la Comunicación Social de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Costa Rica. Mis estudiantes hacen lo mismo y escriben en un papel las palabras con las que asocian el trabajo sexual según, según lo que han oído en sus casas: “Siempre tienen otra opción, no son trabajadoras del sexo sino prostitutas, terminan ahí por las drogas, ilegalidad, el trabajo más antiguo del mundo, vulgar, personas sucias, trabajan por necesidad, merecen sus derechos, color rojo, vestidos, aretes y tacones”.
Creo en el valor de los testimonios de la gente organizada que ha enfrentado discriminación y por eso, Nubia hoy “hace de profesora” durante este conversatorio universitario. La meta consiste en encontrar líneas para construir mensajes éticos sobre el trabajo sexual.
¿Cómo atreverse a publicar un contenido tan técnico, tan sensible sin conocer la experiencia de una ex trabajadora del sexo y hasta ponerse en los zapatos de ella para conocer su experiencia con la prensa o en las redes? Ahora, cualquiera con un teléfono en la mano, opina y cree tener la razón; y lo más peligroso, parte de medias verdades o mentiras completas sobre el trabajo sexual.
Luego de dos horas de preguntas y respuestas entre Nubia y mis estudiantes, apuntamos algunos consejos:
1.Marcar las diferencias entre el trabajo sexual autónomo y otras prácticas que muchas veces se meten en el mismo saco provocando confusión entre las audiencias. Es decir, aquí nos referimos a una mujer mayor de edad que decide por múltiples razones ofrecer servicios sexuales y que por cierto, muchas veces terminan solo en un diálogo y acompañamiento “psicológico” con el cliente.
2.Llevar las coberturas de los contenidos hacia las políticas públicas, lejos de los asuntos morbosos propios de la privacidad. Es decir interesan preguntas como: ¿Qué hace la Caja del Seguro Social? ¿Asegura el Instituto Nacional de Seguros a una trabajadora del sexo? ¿Está pensando el Instituto Nacional de Estadísticas INEC en registrarlas en el próximo censo? ¿Qué piensa Hacienda sobre cobrarles impuestos? ¿Respeta el Ministerio de Seguridad la dignidad de las mujeres trabajadoras del sexo en condición de calle?...pero hay que superar aquello de: ¿Cuánto cobra? ¿Qué hace?
3.Y hablamos aquí de mujeres, no porque no existan hombres trabajadores del sexo sino porque los contactos de la actividad masculina en Costa Rica son menos públicos, más virtuales y a la fecha, la organización de hombres trabajadores del sexo con algunos intentos en el pasado, no se ha consolidado. Pero la actitud de Nubia, con trayectoria en el tema compartido, es ofrecer apoyo.
4. Hablar de “trabajadoras del sexo” es una posición política -impulsada por La Sala- que las y los futuros profesionales de la Comunicación deben conocer desde su formación como comunicadores (as) para minimizar daños muy pronto fuera de las aulas universitarias. Reiteramos lo bien que se siente Nubia cuando los mensajes que se escriben sobre las mujeres que ella defiende, cuidan y chinean las palabras, lejos de todos esos señalamientos que ella misma enlistó al inicio de esta clase. Curso Introducción a la Comunicación Social, primer semestre 2025