sábado, 29 de septiembre de 2018

Manejo ético del concepto "trabajadora del sexo"


De niña, Nubia compraba los paquetes de “mentas” para vender cada pastillita al menudeo. Hacía lo mismo con aquellos “meneitos” que a todos nos dejaban los dedos anaranjados luego de terminarnos la bolsa. Dice que su sangre es de comerciante.

Hoy además de ex trabajadora sexual, sigue siendo comerciante pues tiene un par de pulperías. También, ella preside el comité de vivienda de su barrio y ocupa un puesto de elección popular en el Concejo Municipal de la capital.

Su testimonio frente a los funcionarios del Sistema Nacional de Radio y Televisión SINART motiva para que los medios de comunicación produzcan historias y narrativas más apegadas a sus realidades y menos a los estereotipos.

Los tacones, las enaguas cortas y los labios rojos no tienen que ver con ella. “De hecho yo casi ni me maquillo”, explica. “La noche” tampoco es el espacio en el que siempre ofrece sus servicios. Ese día tuvo una cita a las seis de la mañana, tres horas antes de compartir, a media mañana, con los funcionarios del SINART.
Y uno se pregunta: ¿Qué más pueden hacer los medios de comunicación al reportar el trabajo sexual? Yo enlisté algunos consejos que si fueron avalados por Nubia, durante esa charla, bien podrían ser de utilidad para los comunicadores al momento de hablar de las trabajadoras sexuales. Aquí hay solo tres:
  • Chinear las palabras, no por jugar de políticamente correctos, sino más bien por el convencimiento mismo de que cuando nos enfrentamos a personas en alguna condición de vulnerabilidad, hay que pulir la forma como nos expresamos de ellas.
  • Quitar el foco de los tacones y los labios rojos, para ponerlo en sus relaciones cotidianas – familiares, nos acercaría más a un entorno real, menos estereotipado porque no todas las trabajadores del sexo caben en el mismo saco.
  • Con frecuencia la audiencia se confunde ante diferencias conceptuales. Por ejemplo, el trabajo sexual que hace Nubia no tiene que ver con los delitos de trata con fines de explotación sexual ni con el proxenetismo, penados por la legislación costarricense. Definir y explicar debe estar, entonces, en la lista de pendientes de los comunicadores al momento de hacer historias sobre las trabajadoras del sexo.