jueves, 27 de septiembre de 2012

¿Existe el mensaje ideal sobre afrodescendientes?

Nos dimos a la tarea de responder esa pregunta en el curso “Seminario I: Sociedad y Comunicación” y Carlos Minott, amigo e investigador de los derechos del pueblo afrodescendiente, nos ayudó con algunas pistas.
Parece ser que sí es posible construirlo pero con un listado de condiciones que solo la más especializada persona profesional en Comunicación Social podría hacerlo. Debería conocer de historia, antropología, biología y algunas otras “ías” además de las leyes nacionales e internacionales.
Es deseable esa amplia formación integral de las y los comunicadores pero es más realista pensar en un mensaje bien intencionado que emerja de un rápido proceso de reflexión interna. Generalmente hay poco tiempo para producir mensajes, por eso,  algunas preguntas básicas ayudan.
Primero, ¿Tengo algún estereotipo sobre las personas afrodescendientes? Hay que liberarse de esas ideas falsas  que hemos cargado incluso desde nuestra infancia. Desde “los bailarines”, “los deportistas” hasta “la vagancia” y la “delincuencia”. Nos cuenta Carlos Minott, que el “calypso”  - a diferencia de la alegría con que los mestizos lo vemos-  es un ritmo protesta y que la contextura atlética – tan admirada por los no afros - podría ser el resultado de un antecedente genético producto de los trabajos forzados.
Segundo, ¿Soy consciente, que a diferencia mía, las personas afrodescendientes llevan una historia de discriminación aquí y en otras latitudes?   Entonces, debo esperar que existan sensibilidades particulares ante lo que yo diga sobre ellos y ellas.  Ser consciente      de que nuestro trabajo (sea desde la publicidad, las relaciones públicas, la producción audiovisual o el periodismo) es público y por lo tanto,  expuesto a la crítica.
Tercero, ¿Soy de los que creo que ser afrodescendiente es un tema de color de piel? Estoy equivocado, ser afrodescendiente es una cultura, es una tradición, es una historia. Va más allá de los colores de la epidermis, va más allá de los rasgos fenotípicos. Sin embargo, dado que la mayoría de la gente solo ve solo las fachadas de las personas, hay que cuidar los significados generalizados que damos a los colores al momento de construir un mensaje. Que el color negro es una fábrica de tales sentimientos, expresiones coloquiales,  chistes y hasta productos de limpieza que encontramos en el supermercado bajo la marca “La Negrita”…
Cuarto, ¿Qué tanto desconozco del pueblo afrodescendiente? Aquí podemos echar mano desde los datos fríos de un censo hasta las declaraciones internacionales,  los estudios de percepción, los textos educativos. “¿Cómo hablan de mí, sin saber quién soy?”, se pregunta Carlos Minott.
Además de fijarme en el tono de las palabras para referirme a las y  los afrodecendientes (¿negro?, ¿afroscostarricense? o la mojigata expresión del “moreno o la morena” tan de uso común en la tiquicia del valle central), bien vale pensar dos veces todas las características de forma y fondo   a la luz de la responsabilidad social. Trillada muletilla pero útil para recordarme, una vez más, que el cambio empieza por mi compromiso personal y profesional.

1 comentario:

Santiago C dijo...

No creo que haya un recetario para mensajes sensibles, pero sí creo que quien quiera hacerlos necesita humildad para reconocer sus carencias sobre el tema (p.e., "no soy profesional en historia ni en antropología") y dedicación para hacer el trabajo de consulta e investigación adicionales.
Quizá siempre tengamos algo que mejorar en nuestros mensajes para hacerlos más sensibles, pero siempre es evidente -y se agradece- cuando alguien lo intenta.