jueves, 30 de junio de 2022

Buen trato hasta en el funeral

 Las enfermedades y muertes de figuras conocidas son noticia en Costa Rica y en la Conchinchina.

Pasa con gente de la política, de la farándula (en nuestro país desde hace un par de décadas para acá) y por supuesto, con los periodistas de TV.


Sin embargo, esa práctica noticiosa también ocurre cuando hay un evento como un accidente o un crimen de por medio. Entonces, la víctima – un perfecto desconocido – de pronto él o ella y su familia se vuelven noticia, en los momentos de más dolor como el accidente, la misa o el último adiós en el cementerio.

La cobertura de la muerte del colega Roy Solano es un ejemplo de la calidad y del respeto que todos los periodistas deberíamos tener al momento de reportarle a la audiencia un evento como ese. O al menos, nos invita a pensarlo dos veces porque cuando nos hemos enfrentado a coberturas como esa,  usualmente la inmediatez nos roba la sobriedad y el respecto hacia el otro.

Vimos imágenes de archivo de un Roy pleno haciendo su trabajo con profesionalismo, escuchamos  declaraciones concertadas entre la familia y los medios y un respeto absoluto hacia la privacidad de su gente cercana que realmente sufre por la separación física… No hubo imágenes de afuera de la morgue del hospital, de una vela atiborrada de gente con una cámara subjetiva que se mueve entre los dolientes pero tampoco preguntas irrelevantes para una familia consternada.

Esa misma receta mediática es entonces la que deberíamos aplicar cuando la señora del precario perdió a sus hijos en un incendio, el agricultor que venía cargado con verdura se accidentó mortalmente junto a su familia o un grupo de jóvenes  fue ultrajado en la comunidad donde los disparos y las amenazas son cosas de todos los días.

Estoy seguro que Roy – ese estudiante de perio avanzado que uno veía ya como “grande” porque incluso “ya salía” en la tele de la UCR -  se echaría una risilla y tendría una reacción a este comentario.

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