Ver por primera vez al Papa cara a cara o verlo a través del lente de una cámara fue un asunto pensado y decidido de antemano. No tenía sentido inmortalizar ese momento con la mejor foto posible sin haber buscado siquiera la conexión visual de semejante protagonista en un evento que quizás ocurre una vez en la vida de nosotros los terrícolas.
Pensé que valía más el intento de
buscar el ojo a ojo por encima de la ya obsesiva práctica de grabar y tomar
fotos de todo y en todo lugar.
Estaba por tener al frente a una figura carismática: un latinoamericano que
por segunda vez desde el inicio de su papado, regresaba a Latinoamérica provocando
emociones, multitudes y corre corres. Había madrugado , cuando todavía estaba muy oscuro, para esperarlo.
Mi decisión de no fotografiarlo a través del visor de la cámara, tampoco
fue que me llevó a guardar la cámara en el maletín y a quedarme sentado mientras
ocurría el ansiado momento en una fría madrugada de febrero. Empecé a entrenar
un movimiento de mi brazo, tipo grúa, de abajo hacia arriba para que con mi
brazo estirado, lo más arriba posible y en picada, empezar a disparar a lo loco,
sin que yo estuviera viendo a través del visor… ¡A ver qué quedaba! Practiqué
el movimiento una y otra vez. Ese ejercicio me liberaba, entonces, la cara y me
dejaba libre la mirada para buscar la del Papa.
Aunque parezca que nacimos con la posibilidad de fotografiar y hacer videos
de todo, en realidad esta costumbre – ya más arraigada que decirle un “buenos días” al
vecino- apenas supera poco más de una
década y ese episodio con Francisco fue en el 2016. Es decir, estábamos a la
mitad de esta vorágine de creernos, segundo a segundo, los reporteros gráficos de nuestra propia e íntima
cotidianeidad.
Es una práctica masificada de niños, jóvenes y adultos mayores. Ayer en el
funeral de Isabel II – 19 de setiembre del 2022- más que la corona encima del
ataúd, lo que realmente llamó la atención en las transmisiones en vivo fue la
multitud con el celular en mano, lista para grabar videos y tomar fotos.
La preocupación humana ahora consiste en inmortalizar una imagen y por supuesto, compartirla de inmediato, para buscar el reconocimiento virtual
que ya vale más que un abrazo apretado. Atrás quedó el vivir y sentir la
emoción del momento en la más apasionada intimidad. A ver… Es posible ambas
cosas (tomar foto y sentir emoción), pero la práctica de grabar o fotografiar
diluye la atención del hecho o del personaje que nos hace revolotear mariposas
en el estómago.
Este es todo un cambio de paradigma -dirán los sociólogos y hasta antropólogos- en la historia contemporánea del homo erectus
porque ya no es solo inmortalizar la pompa del funeral de una reina,
aplica también para el nacimiento de un niño, una sopa de verduras, un
accidente de tránsito, el cumpleaños de la abuela, un amanecer en la montaña…
Regresemos al zócalo. México DF, 13 de febrero del 2016. Horas de espera a la llegada del Papa. “Con una miradita me conformo”, decía uno de los carteles que mejor ilustran este cuento. Los guardaespaldas se adelantan al papamóvil, yo levanto el brazo y por lo tanto, la cámara. Uno de los guardaespaldas reaccionó a mi movimiento y a los clicks que de ahí salen al ritmo del movimiento de mi dedo.
La foto más cercana al Papa, solo tiene clavados los ojos del guardaespaldas….
Al día, siguiente en otro lugar pero ya con menos emoción, aprendí que la cámara hace ráfagas de fotos, casi como haciendo cine, con un solo click .Ya no había otra opción: ¡Logré la miradita del Papa! Bueno, en realidad Francisco vio al lente pero nunca a mí...
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