Se me movió el piso al escuchar que es conveniente hablar del suicidio en los medios de comunicación… “Hablar, pero hablar bien”, reaccioné en una capacitación para periodistas. Ahora reflexionando sobre el sentido de mis palabras; lo que debería haber dicho era: “hablar de la manera adecuada”.
Me martillaba la recomendación de años atrás de algunos medios que por
autoregulación ética, no cubrían el tema del todo. Para seguir siendo precisos, periódicos y algunos noticieros evitaban todas historias de
muertes por esa causa.
Sin embargo ahora los números nos golpean; más cuando llegamos a ver las edades de quienes más lo consuman: la población joven . Las cifras, da igual si locales, nacionales o mundiales, exigen respuestas y enfoques concretos de quienes construyen historias que serán consumidas masivamente por otros.
En momentos donde andamos con un
celular que toma fotos y hace video, es una tarea compartida. Sin ánimo de
diluir la responsabilidad, siempre la prensa profesional tiene un mandato para
hacerlo mucho mejor que cualquier
ciudadano que no mide la responsabilidad de circular una imagen sin pensar en
el daño emocional que ocasiona no solo
en las decenas de grupos de WhatsApp en las que está metido, sino en la familia,
los compañeros y amigos de la víctima.
Este taller para periodistas organizado por la Instancia Local para el Abordaje del Comportamiento Suicida ILAIS de Florencia de San Carlos (Alajuela) y por el Ministerio de
Salud de Costa Rica es entonces un muy buen inicio para alentar una cobertura que construya diálogo,
que tenga el foco encendido sobre las opciones
de acompañamiento en lugar del hecho mismo, y por supuesto, que deje de lado la
teoría del periodismo que nos dice que ante una noticia siempre hay que
contestar: el qué, el quién, el cómo, el dónde y hasta el por qué. ¡Nada de esto
funciona cuando se trata de un suicidio!
Cada suicidio obedece a una historia muy particular, que al calor de la dolorosa situación, ni el más gato de los periodistas, podrá contarla ni documentarla
como corresponde. Lo importante más bien es recordar minuciosamente los pasos
para buscar ayuda. En Costa Rica funcionan el 911 y hasta una línea de WhatsApp 89
89 11 47 para gente joven.
Vale también orientar a las familias a identificar conductas de riesgo (cambio de rutinas, deshacerse de pertenencias, estar en drogas, hacer cosas arriesgadas y despedirse con efusividad) para responder a esas alertas mediante la confrontación directa a la persona sobre sus planes.
Es útil que las historias periodísticas potencien la necesidad de políticas
públicas para que cada vez más, los factores de protección superen a los
factores de riesgo. Aquí, enlistamos: la necesidad de más espacios gratuitos
para el deporte, mayor promoción de hábitos alimenticios saludables, más apoyo institucional amigable con las
familias y un gran etcétera.
¿Y el suicidio de la gente famosa? Hay que tomarlo con pinzas porque esos
eventos pueden desencadenar situaciones similares en personas impactadas por
los detalles innecesarios de una información que fácilmente se viraliza por las
redes sociales.
La cobertura del suicidio exige
conocimiento y mucho tacto, tal como debe ocurrir en las intervenciones periodísticas
cuando hay emergencias naturales o violencia machista en los hogares. Por eso, ese “traductor” profesional entre el hecho y la audiencia
es y seguirá siendo clave al hablar del suicidio.
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