viernes, 18 de julio de 2008

Yo consultor


Ahora que la palabra consultoría se sataniza, me declaro consultor. He hecho trabajos de consultoría, he recibido dólares a cambio de mis servicios periodísticos y lo peor de todo, lo volvería a hacer.


Lo que no se vale es que yo le sirva a la Presidencia de la República, en calidad de “funcionario público” conociendo temas propios del servicio público, mandando a otros que si comen del presupuesto ordinario y a la hora de rendir cuentas, yo salga diciendo que mi patrono es un banco y por lo tanto un ente de carácter privado que me inhibe hablar de mis pagos.


Lo que no se vale es contratar consultores para pegar pisos o hacer música, ambas funciones muy dignas, pero que hasta el momento no son comprensibles para la gestión de Casa Presidencial. ¡Esas nos son consultorías serán simples pagos de favores de campaña, será un desorden administrativo!


Lo que no se vale es ser magistrado (en plaza fija o suplente, da igual) del Poder Judicial y como corresponde decidir sobre consultas de constitucionalidad en temas como el TLC o del Memo del Miedo y por otro lado dar consultorías pagadas o no (¡da igual!) a la Presidencia de la República, es decir al Poder Ejecutivo. ¡Esa tampoco es una consultoría. Esa es una violación a los Poderes de la República y a la institucionalidad democrática!


Hay consultorías de consultorías pero no nos engañemos, los periodistas solemos dar consultorías: pagadas o por convicción.


¿Cuántos periodistas hemos dado consultorías a quienes toman decisiones públicas o a quienes aspiran a un cargo público?


Yo he sido uno de estos por pura voluntad. ¡Bonito tema para echar agua para el molino de la prensa costarricense!. Sería bueno también incluirlo en un código de ética para tener clara la cancha donde jugamos y no nos echemos barro.

2 comentarios:

Julia Ardón dijo...

Amén.


Me encanta como decís las cosas sencillo y clarito, clarito.

Anónimo dijo...

me parece excelente su artículo, don Alejandro.
el problema es que a partir de una decisión como la de la Corte, se confirma que nuestro institucionalidad, HACE RATO, que está perdida.